Arquetipo de Héroe/heroína
El arquetipo del héroe ha fascinado, instruido y ennoblecido a los hombres durante miles de años. Aparece como Cristo, Atenea, Krishna, Mahoma, María, Ulises, Superhombre, Florence Nightingale, un gran cazador, Hércules o cualquier héroe del cine o la televisión como el capitán Kirk o el doctor Who. Nosotros somos el héroe o la heroína de nuestra propia vida. Afrontamos grandes peligros, encaramos a monstruos, pasamos por iniciaciones difíciles. Para el drama entero del héroe o la heroína es fundamental la evolución de la propia identidad desde lo más hondo del inconsciente en el proceso físico de la concepción y en todo el desarrollo de la conciencia de uno mismo como adultos. Es un viaje tan increíble, tan heroico, tan imposible de lograr, tan lleno de peligros y de triunfos, que cabe calificarlo como la historia más grandiosa del mundo.
En todos los libros “sagrados” comprobamos que se lo relata en términos simbólicos como el nacimiento del niño divino, el viaje del héroe/heroína, la creación del mundo, nuestra conciencia, los viajes de Moisés. Todos tratan de las dificultades y los medios que utilizamos para existir, del arte de mantener el equilibrio en medio de la multitud de fuerzas que actúan sobre la psiquis humana. El héroe/heroína es quien se atreve, aun cuando tenga miedo o dolor. Evitar el temor y el dolor en nuestra sociedad, en la que se recurre a calmantes o tranquilizantes químicos para suprimir el menor malestar, es una gran tarea. No tenemos necesidad de volvernos masoquistas, pero perdemos nuestra integridad por perder nuestra propia capacidad de experimentar. En otras culturas la capacidad de afrontar el dolor y el temor se consideraba una fuerza espiritual. Lo es todavía hoy.
En el ejemplo que sigue vemos cómo encara un soñante su temor e incertidumbre. Ejemplo: “Estaba en un recinto muy antiguo. Tenía la sensación de estar en una iglesia vieja. Luego mi mujer y yo aparecimos acostados en ese recinto. Había también allí una mujer de edad. Era un fantasma. Me inspiró miedo, pero para hacer frente a este temor intenté abordarla y extendí una mano hacia ella. El miedo me hacía lanzar gritos en mi sueño. Cuando la mujer me tomó la mano tuve una sensación de choque y de sorpresa al comprobar que era una mano físicamente real” (ver Archetypo de Cristo).
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